lunes, 21 de marzo de 2011

El pecado original de la política

Mucho se dice sobre la actividad política, las más de las veces con cierto desprecio. Queda claro que ha hecho méritos suficientes para gozar de ese desprestigio, y que ese resultado no es circunstancial ni aleatorio, sino la esperable consecuencia de tanta mala tarea y de sus aberrantes prácticas.

1 comentario:

  1. Si asumimos que la política es un BIEN que debemos proteger en Democracia, porque es inherente a ella o si se quiere, sin ella, ésta no se sustancia, no progresa, no vive, etc. no veo tan mal que desde el Estado, con fondos públicos se la apoye, obviamente con toda la transparencia del caso.

    La posibilidad de convocar el apoyo privado desde el discurso y la propuesta, cuando se es un “olímpico” desconocido, ( es decir cuando empezamos en esto) además de ser una tarea titánica ( no está mal que lo sea) puede convertirse en casi una quimera.

    Tu propuesta terminaría dejando la política en manos de los monstruos políticos, viejos y legendarios hacedores de lo que no sirve y hay que superar ( peronismo, radicalismo) o de los Macri’s o De Narváez’s u otro cualquiera de estos especímenes con billetera que surgen como nuevos actores en el escenario y que los vemos navegar en política sólo porque se logran financiar, pagándole a un marketinero de imagen. No son estos, los mejores aportes que necesita y está recibiendo el oficio ( la política)

    Creo que se puede empujar la transparencia, éticamente no negociable, prescindiendo del origen de los fondos.

    Si no existiera el tétrico desprestigio y el innegable desprecio que la ciudadanía siente por la política, creo que la ciudadanía no tendría inconvenientes en aceptar que algún peso de sus impuestos, claramente identificado, estuviera destinado a permitir que lo mejor de la sociedad, en términos de talento y vida ética, emergiera como dirigencia en una sabia selección democrática, que debieran llevar a cabo los partidos políticos.

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