lunes, 3 de enero de 2011

El fin de una era

El fin de una era

Laissez faire et laissez passer, le monde va de lui même; «Dejad hacer, dejad pasar, el mundo va sólo».

Contrariando su filosofía de interferir permanentemente en la actividad económica el gobierno nacional adoptó ese principio en el terreno de los múltiples reclamos, a veces de grupos minúsculos, que todos los días alteran la vida de millones que cotidianamente pretenden cumplir en paz con sus obligaciones o simplemente a ejercer su derecho a transitar libremente.

Esta actitud permisiva que comenzó con el fomento de grupos adictos que en su momento atacaron las estaciones de servicio de Shell, por sólo dar un ejemplo, llevó a extremos en que grupos mínimos corten avenidas vitales de la ciudad, custodiados a veces por más policías que los manifestantes que los componen.

El mismo espíritu de no "criminalizar la protesta" se extendió a las usurpaciones que alcanzaron su cenit en el Parque Indoamericano. La conmocionante imagen de pobreza extrema que transmitían los usurpadores, que dio lugar a todo el bagaje de frases hechas por parte de políticos y periodistas (sobre todo televisivos) empezó con el correr de los días a dar lugar a que se pusiera en evidencia que los ocupantes del predio eran inquilinos en las villas en muchos casos impulsados por sus propios locadores. Como nadie estimula intencionalmente la quiebra de su propio negocio es de suponer que su opción de relocalizarlos, previa compra de lotes en los nuevos predios invadidos, en vez de negociar precios accesibles para los locatarios desplazados seguramente se deba a que ya tienen su reposición asegurada. Si esto es así estamos en presencia de un flujo sin fin de habitantes de las villas que eclosionan, con una energía digna de mejor causa, por la Ciudad de Buenos Aires y sus alrededores.

La reacción de los vecinos terminó con otro mito impuesto por la permisividad que reemplazó al principio de autoridad: El de los cortes y ocupaciones pacíficas. Éstas siempre fueron actos de violencia. La paz se debió a la resignación de las víctimas que se sabía algún día se iba a terminar. Había un antecedente de hace varios años cuando un taxista pretendió cruzar un piquete en la Avenida 9 de Julio. Terminó con la cabeza sangrando por un “fierrazo” propinado por uno de los pacíficos manifestantes y su vehículo con los parabrisas rotos y varias abolladuras furiosamente producidas por unos pocos que defendían su derecho a complicarles la vida a miles.

Finalmente tuvimos el lamentable espectáculo brindado por los gobiernos local y nacional atribuyéndose mutuamente la responsabilidad por lo ocurrido, muertos incluidos, que culminó con un arreglo de vida efímera que, según versiones, logró la evacuación del Parque, mediante el pago no reconocido de una considerable suma de dinero por parte del gobierno nacional.

A partir de ahí el jefe de Gobierno de la Ciudad hizo gala de una intransigencia, en apariencia, ejemplar en cuanto a no tolerar nuevas intromisiones. Contradiciendo este inobjetable principio, cuando se le reprocha su falta de política habitacional y abandono de la zona sur de la Ciudad, hace mención además del reclamo consabido de la falta de ayuda del gobierno nacional en la implementación de un plan de "viviendas sociales", a lo mucho que ha hecho por la urbanización de algunas de las villas. Mi conclusión al respecto es que mientras las nuevas intrusiones son deploradas y las más antiguas ameritan todo tipo de ayuda estatal para mejorarlas, la señal emitida no es la mejor para desestimular el proceso.

Cuando digo que estamos ante el fin de la era del Laissez faire et laissez passer me baso también en el caos que en la estación Constitución se produjo el jueves como consecuencia de tolerar durante todo el día el corte de vías por parte de un grupo sin duda impulsado políticamente que, en mi opinión, más que reivindicaciones laborales buscaba que se produjeran los hechos que comento. No hace falta mucha perspicacia para deducirlo a partir de la coincidente finalización del corte con la de los incidentes en la Estación. En el mismo momento en que por televisión se veía que habían terminado los enfrentamientos y saqueos, luego de que finalmente la Policía Federal tomara cartas en el asunto, un sujeto que no me quedó claro si era un trabajador tercerizado ó simplemente un activista político, anunciaba con cara de gran satisfacción el levantamiento del corte y la convocatoria a una futura asamblea para decidir el método a emplear para profundizar su lucha.

El unánime discurso de que las usurpaciones de diversos predios se deben a la falta de un plan de "viviendas sociales" demuestran, una vez más, la incapacidad o el desinterés por debatir en profundidad la causa de los problemas que padecemos de los que la pobreza es su manifestación más impactante. Como la fiebre, la pobreza que a todos nos emociona y hasta avergüenza, es un síntoma que tiene raíces muy profundas.

En el origen de nuestra decadencia como nación está el abandono de los principios fundacionales establecidos en 1853. La Argentina se organizó sobre la base del reconocimiento de los derechos individuales, esencial para posibilitar la convivencia. Esto en la actualidad ha sido reemplazado por la defensa que casi todos dicen hacer de los Derechos Humanos y plantea una contradicción con los paradigmas originales de la organización nacional.

Lo notable del caso es que salvo los, para mí, mal denominados "Derechos Sociales", lo que incluyó la "Declaración Universal de Derechos Humanos", bandera del "progresismo moderno"( deberían recordar que la Unión Soviética ícono del "socialismo real" se abstuvo en su votación junto a, entre otros, Arabia Saudita), atrasó 95 años respecto de una de las dos Constituciones más verdaderamente progresistas de la historia de la humanidad. Digo los mal llamados " Derechos Sociales" que en la práctica se contradicen con los "Derechos Individuales" reconocidos hace 157 años en San Nicolas, porque no hay ningún derecho que no sea humano y mucho menos social. Todos los derechos reconocidos están orientados a ordenar la convivencia entre los hombres y por lo tanto , y también entre las mujeres, y en fin , entre todos sin importar las orientaciones sexuales y por lo tanto, los derechos individuales además de humanos son sociales.

El problema con los " Derechos Sociales " es que confunden necesidades con derechos. Esta confusión es causa de enormes dificultades para la convivencia armónica entre los argentinos ya que plantea profundas contradicciones que han convertido a nuestra sabia Constitución en una especie de collage a la que se le han agregado " nuevos derechos" que contradicen los originariamente reconocidos.

Es difícil no ser reiterativo pero, ante todo lo descripto, me parece fundamental insistir con que finalmente los argentinos y quienes vengan, como mis abuelos, movidos por la esperanza aceptemos:

1.) Que la Argentina no es un país infinitamente rico y que no es cierto que lo que hace falta es sólo redistribuir la riqueza.

2.) Que el desarrollo de una economía es un resultado y no un objetivo a priori establecible y cuantificable políticamente sino que es posibilitado o impedido por el sistema de valores y principios que inspiran el sistema jurídico bajo el que opera.

3.) Que no se trata de establecer " reglas de juego " que perduren en el tiempo sino de respetar irrestrictamente los derechos preconstitucionales que dieron razón de ser al nacimiento de la República Representativa Federal que establece el artículo1° de nuestra Constitución. De hecho pese a los discursos cambiantes, hace décadas, por lo menos las transcurridas a lo largo de mi vida, que las políticas de los distintos gobiernos son básicamente semejantes y a la vista tenemos los resultados.

4.) Que la riqueza no existe hasta que se genera a partir de satisfacer necesidades propias y de otros y el medio es el espíritu emprendedor; la asunción de riesgos y el trabajo.

5.) Que no es cierto que a cada necesidad corresponde un derecho. Esto es un enunciado falso y está en la base de lo que ha llevado a la Argentina a ser la fábrica de pobres que es en la actualidad. Además conspira absolutamente contra la idea de unión nacional. Nos convierte en un país dividido entre explotadores y explotados condenados a vivir como enemigos irreconciliables.

6.) Que lo que cada uno le corresponde de lo producido no responde a otro derecho que el de ser dueño del fruto de su trabajo.

7.) Que lo que existen son los pobres y no los desposeídos. A los desposeídos nadie les pudo sacar lo que nunca tuvieron. Si estamos divididos entre desposeídos y apropiadores es decir, entre los que tenían y los que los despojaron de lo suyo, nuestra convivencia armónica sigue siendo imposible.

8.) Que los pobres absolutos nos son excluidos. Están incluidos en el lugar que les ha tocado en una sociedad empobrecida por la violación sistemática de los derechos individuales.

9.) Que debemos encontrar un punto de equilibrio que permita ayudar a las víctimas del sistema corporativo y fascista que hace décadas impera en nuestro país a cubrir sus necesidades básicas, no se trata de derechos, sino que los recursos sustraídos a quienes producen bienes que satisfacen necesidades propias y de terceros sean de una magnitud tal que no desanimen la continua creación de nueva riqueza.

10.) Que cuando los beneficiarios de la ayuda tengan conciencia de que están siendo asistidos con generosidad mediante impuestos que por su manejo transparente no sean sentidos como una exacción (exacción2. f.Cobro injusto y violento. ) sino como un aporte a la convivencia pacífica entre ciudadanos de distinto nivel económico pero absolutamente iguales ante la ley, habremos avanzado muchísimo en los niveles de armonía social.

Es imprescindible que quienes reciben ayuda tomen conciencia de que quienes les dan lo que reciben son sus conciudadanos y no los políticos. También es imprescindible que quienes aspiran a una representación política y que eventualmente sean elegidos en vez de afirmar que no están dispuestos a "desfinanciar al Estado" expliquen en primer lugar para qué quieren la plata y garanticen su destino final.

11.) Que el objetivo final no es más cuidar a los pobres sino aniquilarlos, creando las condiciones para su prosperidad.

Marcelo Jaroslavsky

mjaroslavsky@arnet.com.ar

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