sábado, 28 de enero de 2012

Es urgente liberar la razón económico-financiera de la jaula de la racionalidad tecnocrática e individualista

Es urgente liberar la razón económico-financiera de la jaula de la racionalidad tecnocrática e individualista

Tengo dudas que el pensamiento de Angelo Card. Scola, Arzobispo de Milán* ….interprete en la misma sintonía el de Benedicto XVI…

¿Hay que “patear” de esta manera la creación de riqueza?

Riqueza y felicidad. Si no queremos recurrir a la drástica amonestación del Señor —«Mirad y guardaos de toda codicia, porque, aun en la abundancia, la vida de uno no está asegurada por sus bienes» (Lc 12, 15)— será suficiente recordar que ya Aristóteles juzgaba inaceptable una vida que identificase la felicidad con la riqueza, o bien, que tomara un medio por el fin. No podemos resignarnos frente a una concepción del “intercambio” que no sólo está cada vez más generalizada, sino que parece gobernar toda la máquina económica. Según esta visión se reduce al ciudadano (de modo pesimista) al homo oeconomicus, preocupado exclusivamente por maximizar sus ganancias. En efecto, parece que la base de la actividad económica y financiera sea sólo la tesis según la cual el aumento de la riqueza es en cualquier caso y, mejor, cuanto antes, un bien que perseguir.

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El principio de la autonomía de las realidades terrenas —entendido rectamente— conlleva como consecuencia el apropiado reconocimiento de la autonomía de los fieles laicos en el campo “suyo propio” (cf. Apostolicam actuositatem, 7). Pero, tal vez, la referencia al principio de la autonomía en este ámbito se ha transformado en una perniciosa renuncia a que surja el valor antropológico y ético necesario para afrontar los contenidos concretos de la acción social, política y económica. De ese modo “autónomo” se ha convertido de hecho en sinónimo de “indiferente” respecto a estos valores substanciales. En este marco, se corre el riesgo de que la doctrina social de la Iglesia se considere más como una premisa de pías intenciones que como un marco orgánico e incisivo de referencia.

En definitiva, hay que preguntarse si el mundo católico, por naturaleza llamado a estar atento a los grandes desafíos antropológicos y éticos en juego, no ha sido, por su parte, corresponsable, al menos por ingenuidad o retraso o escasa atención, del actual estado de cosas. Las autorizadas invitaciones a los fieles laicos a un compromiso político directo más decidido requieren asumir integralmente la doctrina social de la Iglesia basada en principios de reflexión, criterios de juicio y directrices de acción y no en alquimias de partido.

http://www.humanitas.cl/web/index.php?option=com_content&view=article&id=1435&catid=145

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