martes, 3 de mayo de 2011

Toda la historia evangélica está centrada en la Resurrección

Toda la historia evangélica está centrada en la Resurrección: ¿Qué serían sin ella los mismos Evangelios, que anuncian «la buena nueva del Señor Jesús»? ¿No encontramos en ella la fuente de toda la predicación cristiana, desde el «kerygma» primitivo, que nació precisamente del testimonio de la Resurrección? (cf. Hch 2, 32).

¿No polariza toda la epistemología de la fe, que perdería su consistencia sin ella, según las palabras del apóstol san Pablo: «Si Cristo no ha resucitado... vana es nuestra fe» (cf. 1Co 15, 1-4)?

¿No es la Resurrección la única que da sentido a toda la liturgia, a nuestras celebraciones eucarísticas, asegurán­donos la presencia del Resucitado que celebramos en la acción de gracias: «Anunciamos tu muerte, proclamamos tu Resurrección. ¡Ven, Señor Jesús!» (Anámnesis)?

Sí, toda la esperanza cristiana está ba­sada sobre la Resurrección de Cristo, en la que está «anclada» nuestra misma resurrección con Él. Más aún, ya hemos resucitado con Él (cf. Col 1, 3); toda nuestra vida cristiana está tejida con esta certeza inconmovible y con esta realidad oculta, con la alegría y el dinamismo que ellas engendran.

No hay comentarios:

Publicar un comentario