miércoles, 9 de mayo de 2012

El amor en familia: Un Don de Dios

El amor en familia: Un Don de Dios

“La familia es una íntima comunidad de vida y amor” cuya misión es “custodiar, revelar y comunicar el amor”.

Aprender a amar:

La capacidad de amar es el resultado del desarrollo afectivo del ser humano durante sus primeros años de vida. Este desarrollo afectivo es un proceso continuo y secuencial, desde la infancia hasta la edad adulta.

La madurez afectiva es un largo proceso por el que el ser humano se prepara para la comunicación íntima y personal con sus semejantes como un Yo único e irrepetible; y que debe desencadenarse desde el primer contacto del niño con el adulto en el seno de una familia normal y perpetuarse a lo largo de su existencia. A pesar de que el hombre fue creado por Dios con una capacidad innata para amar, el crecimiento y la vivencia del amor se realiza a través de la experiencia que va adquiriendo a los largo de toda su vida. Esta experiencia de aprendizaje feliz, se inicia en la familia natural, papá, mamá hijos.

En la familia (la de Nazaret es el modelo) es donde se hace posible el amor, el amor sin condiciones; los padres que inician la familia con una promesa de amor mientras vivan, quieren a sus hijos porque son sus hijos, no en razón de sus cualidades. “La familia es así, un centro de intimidad y apertura”.

En el seno de la familia es donde cultivamos lo humano del hombre, que es enseñarle a pensar, a profundizar, a reflexionar, a excluir lo banal, lo trivial, lo superficial… ES en el ámbito de la familia donde el hombre aprende el cultivo de las virtudes, el respeto que es el guardián del amor, La honradez, la generosidad, le responsabilidad, el amor al trabajo, la gratitud…etc. La familia nos invita a ser creativos en el cultivo de la inteligencia, la voluntad y la sensibilidad, para poder contribuir y abrirnos a la sociedad, preparados e íntegros.

La familia es el primer ambiente vital que encuentra el hombre al venir al mundo y su experiencia es decisiva para siempre. “La familia, dice Juan Pablo II, es la primera y más importante escuela de amor”. El Señor, para revelarnos su paternidad de amor, “nos hace nacer del amor” de un hombre y una mujer e instituye la familia la indeformable familia natural; donde ella, es el lugar del amor y de la vida, o dicho de una mejor manera: “el lugar donde el amor engendra la vida”. Cualquier amor (¿?) fuera del contexto de este concepto de familia, no es válido para engendra la vida.

Amor conyugal, modelo de amor para los hijos:

La comunión y la participación vivida cotidianamente en la casa, en los momentos de alegría y dificultad representan la pedagogía más concreta y eficaz para la inserción activa, responsable y fecunda de los hijos en el horizonte más amplio de la sociedad. Alguien dijo ( porque es biológicamente posible) se puede procrear fuera de la familia, pero yo digo, sólo en la familia es posible educar, y educar para amar sólo es posible en el ámbito de la familia natural. El ejemplo es el mejor método para educar…”lo que eres es tan fuerte, que no oigo lo que dices”…¿Qué ganamos con decir, si lo que importa es lo que ven en la forma en que nos tratamos y convivimos sin interrupciones ni quiebres, como cónyuges?

Tenemos que entender claramente que no hay nada que eduque más y mejor a los hijos que el ejemplo de amor que ven en sus padres. Pero para poder amar realmente a nuestros hijos, tenemos que amar primero, a nuestro cónyuge, sino el amor hacia ellos, sonará falso.

El amor factor de desarrollo:

El otro aspecto fundamental de la influencia del amor dentro de la familia, la encontramos en el desarrollo de la persona, no solamente hacia el otro, esposo o esposa, sino particularmente hacia los hijos.

Cada familia, aun sin pretenderlo crea un ambiente de (amor y desapego o egoísmo, de rigidez o ternura, de orden o anarquía, de trabajo o de pereza, de ostentación o sencillez, etc.) que influye en todos sus miembros, pero especialmente en los niños y los más jóvenes.

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